Notas de Prensa
Fecha: 22/12/2024
Categoría: Notas de Prensa
FÉLIX REVELLO DE TORO
Es Navidad, ese periodo del año que siempre nos invita a sonreír, aunque el corazón, a veces, quiera quebrarse en lágrimas.
La Navidad tiene una forma peculiar de habitar en el corazón. Se esparce como una luz tenue que acaricia las heridas, como un susurro que resuena en los rincones donde guardamos los recuerdos más queridos. Es una época hecha de contrastes, donde el brillo de las luces en las calles parece confrontar con las sombras que, a veces, llevamos dentro.
Hay navidades en las que la alegría no llega como se espera. Hay mesas en las que una silla vacía se convierte en la protagonista silenciosa de una sinfonía de recuerdos, donde se ofrendan suspiros y miradas cargadas de significado. Hay regalos que nunca se entregarán, nombres que ya no se pronuncian y abrazos que quedaron en el pasado.
Pero, aun en la tristeza, hay algo profundamente humano en este dolor, porque nos habla del amor que hemos sentido, del cariño que sigue vivo en nosotros, aunque ya no podamos expresarlo como quisiéramos.
Estas fiestas tienen un extraño poder. Transforman la ausencia en una presencia constante. Nos reencontramos con el niño que fuimos, con los rostros que el tiempo ha borrado, con las promesas de años pasados. Sentimos que quienes no están nos acompañan de alguna manera, como si las luces del árbol fueran pequeñas ventanas al pasado.
Pero en esta tristeza hay una profundidad que no siempre comprendemos al principio. Doler es recordar que alguna vez fuimos felices, que hubo risas que llenaron la casa, que alguien nos quiso con una intensidad que sigue vibrando en nuestra alma. El vacío duele porque antes estuvo lleno, y esa plenitud, aunque ausente, nunca se pierde del todo.
La Navidad no siempre exige sonrisas. A veces, nos invita a cerrar los ojos y a escuchar el murmullo de los recuerdos. Nos lleva de vuelta a las noches en las que una voz querida cantaba villancicos desafinados, a las mañanas en las que la emoción por abrir un regalo no se encontraba en el objeto, sino en el amor que lo envolvía. La tristeza de estas fechas no es un enemigo de la alegría, sino su reflejo más puro.
Así, incluso en la melancolía, hay una forma de celebrar. Porque estas fechas nos enseñan que, aunque las luces se apaguen y los villancicos dejen de sonar, seguimos aquí, amando y recordando. Y ese es el verdadero milagro de la Navidad, donde el amor, aún en los momentos de tristeza, siempre encuentra una forma de brillar.
¡Feliz Navidad!
Francisco Massó Mora.