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Diversificación, Rentabilidad y Valor Añadido
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Opinión y análisis económico

Fecha: 08/01/2025
Autor: Francisco Massó Mora

SI ERES AUTÓNOMO Y FACTURAS MENOS DE 2.500 EUROS AL MES, GANARÍAS MÁS COBRANDO EL SALARIO MÍNIMO EN LA CAJA DE UN SUPERMERCADO.

La idea de ser autónomo suele estar asociada a la libertad y la posibilidad de construir algo propio, pero en la práctica esa “libertad” viene acompañada de una carga financiera y burocrática desproporcionada. Es evidente que, bajo el sistema actual de cuotas por tramos y fiscalidad, los autónomos con ingresos moderados enfrentan una situación insostenible. Los costes fijos, como la cuota de autónomos y los impuestos sobre la renta, junto con los gastos deducibles, erosionan significativamente los ingresos brutos, dejando a muchos autónomos con rendimientos netos apenas comparables al Salario Mínimo Interprofesional (SMI).

Las cifras de la Agencia Tributaria muestran que dos tercios de los autónomos declaran ingresos netos inferiores al SMI, lo que significa que millones de personas están atrapadas en un modelo laboral precario. La reforma de cotización por ingresos reales implementada en 2023 prometía aliviar esta carga, pero en realidad ha perpetuado una dinámica regresiva: los autónomos con menores ingresos siguen soportando un esfuerzo proporcionalmente mayor que aquellos con ingresos altos. Esto no solo es injusto, sino también profundamente desmotivador para quienes intentan emprender o sostener una actividad económica independiente.

Por otro lado, la comparación con el empleo asalariado es significativa. Aunque el ingreso neto de un autónomo puede ser ligeramente superior al de un trabajador con salario mínimo, los beneficios sociales y la estabilidad financiera del empleo por cuenta ajena inclinan claramente la balanza a su favor. Vacaciones pagadas, subsidios por desempleo y la previsibilidad de los ingresos son ventajas que el sistema autónomo simplemente no puede ofrecer. Además, el estrés financiero asociado a las fluctuaciones en los ingresos y los retrasos en los pagos por parte de clientes hace que esa supuesta “libertad” del autónomo se convierta en una fuente constante de incertidumbre.

Esta situación exige una revisión del modelo fiscal y laboral para los autónomos. Es imprescindible establecer cuotas más progresivas y adaptadas a las realidades económicas de cada sector, reducir las cargas administrativas y ofrecer incentivos fiscales reales para quienes tienen ingresos bajos o están comenzando su actividad. Si no se toman medidas concretas, seguiremos viendo cómo el trabajo autónomo se convierte en sinónimo de precariedad económica, desincentivando el #emprendimiento y limitando las oportunidades laborales fuera del empleo asalariado.

En última instancia, el hecho de que trabajar en un supermercado, cobrando el salario mínimo, pueda ser más rentable que emprender como autónomo refleja un fracaso sistémico. Si queremos construir una economía dinámica e inclusiva, debemos garantizar que ser autónomo no sea una condena financiera, sino una opción viable y sostenible para quienes deciden apostar por su independencia laboral.


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